A pesar de que el uso del cannabis en la medicina se remonta a cientos de años, la integración en la modernidad y la aplicación del cannabis medicinal en el sistema de salud global ha tenido un comienzo difícil. Si bien los esfuerzos para la legalización del cannabis medicinal han comenzado en la mayor parte del mundo, las ideas equivocadas sobre cómo funciona el cannabis medicinal han dificultado que los profesionales de la salud adopten por completo su uso y que los pacientes accedan a este como una opción de tratamiento viable.
Además, la falta de datos confiables y de calidad sobre la eficacia del cannabis medicinal y las pruebas estandarizas han causado discrepancias sobre la calidad, dosis y seguridad, haciendo más complicada su integración en el cuidado de la salud convencional.
Una de las ideas equivocas más comunes sobre el tratamiento con cannabis medicinal es que las personas requieren y deberían responder de una manera universal a la misma dosis. Los ensayos clínicos han revelado que esto no es exacto, ya que se ha demostrado que las diferencias genéticas en nuestro ADN junto con factores como la edad y las enzimas juegan un papel vital en cómo nuestro cuerpo reacciona al cannabis medicinal. Debido a estas variables, la forma en la que un paciente A podría responder a una dosis más baja podría ser diferente en cómo un paciente B reacciona a la misma dosis, significando que, para obtener el resultado deseado en ambos pacientes, dependiendo de su ADN y cómo sus enzimas metabolizan los cannabinoides, un paciente podría requerir una dosis más alta para alcanzar el mismo resultado que el de un paciente que responde bien a una dosis más baja.